En 1934, el escritor Essad Bey afirmaba: «Soy musulmán, monárquico y oriental.» Pero ¿quién era en verdad ese hombre, que publicaba novelas con el seudónimo de Kurban Said, que decía ser un príncipe oriental y entre cuyos libros se encuentran títulos como Petróleo y sangre en Oriente, biografías de Mahoma, de Lenin y del zar Nicolás II, y una novela, Ali y Nino, célebre en los años treinta? Fue ensayista, periodista y novelista, una celebrada figura en el período de entreguerras, y estuvo casado con una rica heredera. Y no era un príncipe sino Lev Nussimbaum, había nacido en 1905 en Bakú, de padres judíos que disfrutaban de una fortuna amasada con el boom del petróleo. Extraña ciudad la Bakú de aquellos años: georgianos, rusos, suecos, armenios y polacos hacían fortunas, y convivían zoroastrianos y musulmanes con judíos y cristianos. En esta ciudad, un jovencito de la burguesía judía comenzó a reinventarse en príncipe musulmán, en eminente orientalista.