Muchas de las miniaturas de los manuscritos medievales, sobre todos los códices iluminados de la Edad Media, ejercen una singular fascinación en el observador actual, en una época en que los libros se fabrican, se distribuyen y también se "consumen" como productos industriales. El grito de admiración de un turista americano ante un libro de los evangelios con 1000 años de antigüedad que escuché en Roma (Mira, pintado a mano!) describe con rigor esa fascinación.