Pensamos en las fotografías en cuanto obras de arte, en cuanto pruebas de una verdad particular, en cuanto réplicas exactas (...). Cada fotografía es, en realidad, un medio de comprobación, de confirmación y de construcción de una visión total de la realidad. De ahí el papel crucial de la fotografía en la lucha ideológica y de ahí la necesidad de que entendamos un arma que estamos utilizando y que puede ser utilizada contra nosotros. Nuestros términos de reconocimiento han cambiado desde el apogeo del retrato pictórico (...). Ya no podemos aceptar que pueda establecerse adecuadamente la identidad de un hombre preservando y fijando su apariencia desde un solo punto de vista en un solo lugar (...). Se diría que las demandas de la visión modernas son incompatibles con la singularidad del punto de vista.