En la bulliciosa y descarada Barcelona de la transición, en 1977, tres jóvenes homosexuales intercambian cartas, relatos y amantes; como en el conocido juego de dados, los protagonistas se irán pasando una misma mentira que acabará regresando a su inventor. Una vez descubierto el enredo, influidos por las ideologías radicales de la época, querrán «cambiar la vida mientras cambia el régimen». Pero ese juego libertino y vertiginoso no terminará del mismo modo para los tres. En esta novela, concebida en homenaje a la tradición libertina dieciochesca, se suceden los engaños y las seducciones, la especulación moral y los relatos intercalados. Más allá de sus aspectos más «escandalosos» -la descripción de los ambientes homosexuales, en su auge después del franquismo-, El juego del mentiroso es también, o sobre todo, una reflexión despiadada sobre cierta cultura de los años setenta, retratada implacablemente en clave paródica, sobre las miserias de la universidad, sobre la distancia que separa la vida de los libros. Cabe destacar un impagable remedo, «Fenomenología del Ligar», de los textos sacros de Roland Barthes.