Antes de dedicarse al sacerdocio en tierras lejanas, el seminarista don Luis visita el pueblo donde nació. Allí conoce a Pepita y se enamoran. El seminarista resiste a la prueba y prefiere partir, incluso porque su padre ya quería a la muchacha. Al despedirse de Pepita, sin embargo, no puede negar su sentimiento. Por fin, el padre acepta ese amor y bendice su unión.