Pentecostés fue el cumplimiento de la promesa del Padre. El Espíritu Santo fue derramado sobre la iglesia y, esta, revestida con el poder de lo alto, impactó al mundo con el evangelio. Antes de enviar la iglesia al mundo, Jesús envió el Espíritu Santo a la iglesia. Este orden no se puede invertir. A pesar de que el Pentecostés haya sido un vento histórico único y que no se repite, de él proceden nuevos derramamientos del Espíritu Santo. La plenitud de Espírito Santo es una experiencia que debe repetirse en nuestra vida constantemente. No podemos hacer la obra de Dios por medio de nuestras proprias fuerzas. Necesitamos del poder del Espíritu Santo. El propósito de esta obra es despertar su corazón a esta verdad gloriosa. Dios tiene para nosostros una vida maralillosa. La suprema grandeza de su poder está disponible para nosotros. No basta tener al Espíritu Santo residente; él tiene que ser presidente. No basta ser habitados por el Espíritu; Tenemos que ser llenos del Espíritu.