La fotografía de Alisa Resnik inspira una combinación inquietante de temor y dolor. Sus retratos evocan una belleza humana sorprendente y compleja. Sin embargo, también hay momentos de una sutil tristeza que el tiempo se ha encargado de disolver y que nunca podrán recuperarse. Uno de los elementos esenciales de esos momentos es el hecho de que Resnik no se considera a sí misma una fotógrafa. Para ella, la cámara es solo una herramienta. Lo fundamental es el encuentro, y su objetivo es la conexión humana. Las imágenes son fortuitas, momentos a evaluar con posterioridad y valorar solo si respetan la autenticidad del encuentro.