Después de la muerte de Frida Kahlo, en 1954, Diego Rivera decide cerrar dos baños con objetos y documentos de Frida. Cincuenta años después, en 2004, se abren de nuevo y para esta ocasión invitan a Graciela Iturbide con la intención de que deje un testimonio fotográfico de este momento. Las fotografías de Graciela Iturbide, lejos de retratar el espacio, se concentran en objetos tales como prótesis, corsés, medicinas, animales disecados y carteles de Stalin por mencionar algunos. A manera de registro visual, la fotógrafa realiza naturalezas muertas a partir de estas piezas que le llaman la atención. En esas veintiocho imágenes se invoca al mundo personal de Frida.