Diez años atrás; Julian Barnes revolucionó la forma de narrar un triángulo amoroso con la publicación de la novela coral Hablando del asunto. Allí; frena al lector; sin anestesia y ningún otro recurso que el de la tan descarnada como ambigua recitación de fidelidades e infidelidades; dos hombres y una mujer intentaban explicarnos y explicarse a ellos mismos los cómos y porqué de ciertas emociones peligrosas y la delgada línea que separa la pasión de la amistad. Una década más tarde; en Amor; etcétera; Stuart ya no es el cornudo desconcertado; Oliver ha dejado de ser la joven promesa artística con ganas de dinamitar parejas y Gillian sigue pensando si habrá hecho lo correcto a la hora de hacer lo incorrecto. Así es: Stuart; Oliver y Gillian continúan hablando del mismo asunto de siempre pero ahora -definitivamente cambiados por el paso del tiempo y castigados por las desilusiones de lo que pudo haber sido y no fue- tal vez mucho más preocupados por la permanencia del etcétera que por la fugacidad del amor.En tiempos marcados por el comercio de lo confesional y donde la chismografía es considerada por algunos como otra de las Bellas Artes; Barnes apuesta por una magistral novela que es mucho más que una ~segunda parte~ o ~continuación~ y donde se critica; a la vez que se sublima; esa compulsión del ser humano para ver las vidas ajenas por el ojo de la cerradura; y nos hace comprender que; en ocasiones; resulta preferible ignorar lo que ocurre al otro lado de la puerta.Aun así -Barnes lo sabe y; enseguida; lo sabe el lector- se hace imposible dejar de oír lo que los locuaces Stuart; Oliver y Gillian tienen para contarnos. Comedia de costumbres tan tierna como feroz -y donde al lector; como en Hablando del asunto; se le permite elegir a cuál de los tres creer más a la hora de sacar conclusiones- Amor; etcétera es una historia que se las arregla para reconciliar en un mismo libro la pérfida elegancia de Jane Austen con la potencia neurótica de Woody Allen. O viceversa.