Cuando Descartes escribió sus «Mediataciones sobre la filosofía primera», o cuando Husserl impartió su curso sobre «Filosofía primera», no estaban pensando en una reelaboración de la metafísica aristotélica. Su pretensión era más bien plantearse en toda su radicalidad las preguntas primeras de la filosofía. Algo semejante puede decirse de la ora de Zubiri sobre la «Inteligencia sentiente». Este libro de Antonio González se inscribe en esta tradición. Su tesis consiste en que la praxis constituye el objeto propio y primero de la filosofía. Indudablemente, la justificación de esta tesis exige que Hegel llamaría «el esfuerzo del concepto». Sin embargo, al final del recorrido se nos abre un panorama enormemente prometedor: algunas de las preguntas más acuciantes de nuestro tiempo, como la pregunta por la fundamentación de la ética, pueden ser planteadas en una nueva perspectiva. El lector tendrá que juzgar por sí mismo sobre la validez de esta propuesta. Lo que no podrá negar es que ella constituye una saludable invitación a hacer filosofía.